viernes, 2 de marzo de 2012

Algunos políticos sí nos representan


Mónica Oltra interviene en el Parlamento
valenciano ante la atenta mirada de Juan Cotino.

Demasiado a menudo venimos escuchando en los últimos tiempos opiniones en contra de la política y los políticos, siendo culpados de muchos de los problemas a los que nuestra sociedad se está enfrentando. No es de extrañar la proliferación de estos pensamientos, sobre todo en épocas tan difíciles como la actual, lo cual no supone que estas afirmaciones sean del todo correctas. Bien es cierto que algunos ejemplos con los que nos encontramos todos los días no hacen más que refrendar lo que os comento, pero también es necesario explicar que no todos son así. De hecho, creo que existen dos tipos de políticos muy diferenciados.

Por un lado, nos encontramos con esos personajes que están en política porque fue la única forma que encontraron, debido a su mediocridad, de tener un cierto “poder” y reconocimiento. Por el otro, están aquellos que desde jóvenes soñaban con una sociedad verdaderamente justa, y entendieron que la política podría ser el mejor medio para conseguir acercarse a esa sociedad con la que soñaban. Y para ilustrar ambos tipos de políticos no he encontrado mejor ejemplo que el Parlamento valenciano. Para encabezar el primer grupo he elegido, entre las múltiples opciones, al presidente del Parlamento, el señor Juan Cotino (aunque bien pudiera haber elegido a muchos otros de su partido, además de alguno del principal partido de la oposición). Liderando al segundo grupo no se me ocurre mejor ejemplo que Mónica Oltra, diputada de Coalició Compromís, grupo que abarca el valencianismo progresista, el ecologismo y parte de la izquierda.

El señor Cotino adquirió fama nacional al tomar posesión de su cargo como presidente del Parlamento valenciano jurando sobre la Biblia y con un crucifijo de testigo. Como ya he dicho en otros artículos, nada tengo que objetar ante las creencias de cada uno, pero me parece que ya va siendo hora de que se respete el laicismo que declara nuestra Constitución y los cargos públicos sean ejemplo en este aspecto. Es más, me parece igual de extravagante tomar posesión del cargo de esta manera que hacerlo jurando ante una foto de Florentino Pérez, y llevando como vestimenta una camiseta de Sanchís de cuando el Real Madrid ganó la “Séptima” (igual de personal es la elección de practicar una religión como la de ser seguidor de un equipo de fútbol).

En cuanto a su forma de hacer política, a poco que se siga su trayectoria, se entenderá lo que os comentaba al principio. Las personas de su estilo son muy fáciles de reconocer. Intentan imponer su forma de pensar por encima de cualquier otra; no les gusta que nadie les rebata una idea, y por ello intentan acallar cualquier voz disidente; cuando tienen el poder son muy peligrosos, y lo utilizan siempre que pueden en beneficio propio. Ejemplo sobre esto podemos ver en cada debate en el que participan, y muchos son los que los han sufrido personalmente, en particular los que pertenecen al otro grupo de políticos.




Como podemos ver en estos videos, no sólo los podemos identificar por su falta de diálogo y su rechazo al debate. También destacan por su escasa educación y su tremenda prepotencia. Éstos son los mismos que miran por encima del hombro cuando tienen un buen cargo, escondiendo así su falta de autoestima; se caracterizan por su cuidado peinado con raya al lado o cortinilla (depende del volumen de cabello del que dispongan), enyesado con kilos de gomina; van todos los domingos a misa, cogidos del brazo de sus esposas, y oran de rodillas para redimirse de sus pecados; enseñan su llavero con el escudo de España (o la variante con el aguilucho) en cada ocasión que se les presenta de demostrar su patriotismo, pero son los primeros en ordenar a sus asesores que defrauden al fisco todo el dinero posible; no les gusta enfrentarse con grupos a los que consideran inferiores (mujeres, homosexuales, personas de distintas razas,....) quizás por miedo a que los dejen a la altura del betún, como pasa cada vez que la diputa Oltra toma la palabra; presentan un gran rechazo al cambio, y desprenden un extraño olor a rancio cada vez que escuchan la palabra progreso; odian los servicios públicos, porque les igualan con las clases que ellos consideran bajas, y a igualdad de oportunidades pueden salir perdiendo.

En definitiva, aún siendo políticos, no refrendan en ningún aspecto el sentido de la democracia, puesto que no representan a los ciudadanos que les votaron y evitan en todo momento el debate que se anteponga a sus ideales, sin tener en cuenta el bienestar de la sociedad. Este debate en beneficio de la sociedad y la representación de los votantes, recordemos, son los principales objetivos de la democracia.

En el lado opuesto encontramos los verdaderos políticos, los que lo son por vocación. Su ímpetu, esfuerzo, preparación e inteligencia les hubiera permitido triunfar en cualquier otra profesión, quizás con sueldos bastante más suculentos. Pero su voluntad por crear una sociedad más justa les hizo adentrarse en el mundo de la política, aún jugando en muchos cosas un papel muy secundario (en cuanto a poder de decisión se refiere).

Este grupo tampoco es difícil de reconocer. Se caracterizan por el fuerte arraigo con sus ideales, a pesar de lo cual nunca evitan el debate con personas con opiniones contrarias; lo de agachar la cabeza no va con ellos, y no tienen motivo para hacerlo (es lo bueno de hacer política con dignidad y honradez); al contrario de lo que les pasa a otros, no necesitan gritar en sus discursos ni utilizar palabrería inútil y repetitiva, pues suelen ir tan cargados de razón que son entendibles hasta para los más cerrados de mollera; suelen aguantar estoicamente los desaires e insultos que les dedican desde el otro grupo (que se lo pregunten a Mónica Oltra, que tuvo que aguantar los insultos del que hoy es presidente del Parlamento valenciano y que no vamos a repetir aquí por crueles, machistas y estúpidos). Pero ya se sabe, el insulto es el recurso del que no tiene otro recurso.

Ellos si representan a los votantes que les otorgaron su confianza, y no lo hacen sólo de palabra. Están al pie del cañón cuando las casas de un barrio van a ser derribadas contra la opinión de los vecinos; lo están cuando estudiantes son apaleados por defender y reclamar los derechos que creen merecer; también dan la cara para denunciar, mal que le pese a alguno, la manipulación de la televisión pública pertinente o los casos de corrupción que salpican al gobierno autónomo; no permiten que les callen a la hora de decirle cuatro verdades al Presidente de turno, que cree que ser el más votado le da derecho a hacer y deshacer a su antojo.

Éstas son, entre muchas otras, las características que diferencian a una clase de políticos y a otros. Pero hay algo más que los separan. El primer grupo, que representa el señor Cotino, tiene mucho más votos que el segundo, que representa la señora Oltra. Y, por tanto, también tiene mucha más representación en el Parlamento y mucho más poder de decisión (sabiendo esto, es menos difícil entender por qué nuestro país se encuentra en la situación actual). Ellos piensan que tener más votos les da cierta legitimidad para difundir su palabra como verdad absoluta, pisando y acallando, como intentan hacer en cada debate, las opiniones e ideas del resto. No llego a comprender a qué se debe, pero me aterra el simple hecho de pensar que puede que tengan mucho más votos porque son un reflejo más fiel de la sociedad que va a las urnas. Si esto es así, entonces nos enfrentamos a un problema bastante mayor.

Pero que no se lleven a engaño. Por muchos votos que tengan, por mucho poder que acumulen y por muy guapos que salgan en las fotos, nunca dignificarán la democracia como lo hacen los otros. Por mucho que presida una Cámara autonómica, Juan Cotino nunca tendrá la decencia política de la diputada de Compromís, lo cual ésta demuestra día tras día.

Por tanto, sólo me queda dar las gracias a Mónica Oltra y otros muchos políticos como ella, que hacen que algunos sigamos creyendo en la democracia como medio principal para conseguir la utopía, con la que soñamos muchos jóvenes, de una sociedad justa e igualitaria. Porque, a pesar de lo que digan muchos, políticos como ella si nos representan.

@Elfara_chico

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