Mónica Oltra interviene en el Parlamento valenciano ante la atenta mirada de Juan Cotino. |
Demasiado a menudo venimos escuchando
en los últimos tiempos opiniones en contra de la política y los
políticos, siendo culpados de muchos de los problemas a los que
nuestra sociedad se está enfrentando. No es de extrañar la
proliferación de estos pensamientos, sobre todo en épocas tan
difíciles como la actual, lo cual no supone que estas afirmaciones
sean del todo correctas. Bien es cierto que algunos ejemplos con los
que nos encontramos todos los días no hacen más que refrendar lo
que os comento, pero también es necesario explicar que no todos son
así. De hecho, creo que existen dos tipos de políticos muy
diferenciados.
Por un lado, nos encontramos con esos
personajes que están en política porque fue la única forma que
encontraron, debido a su mediocridad, de tener un cierto “poder”
y reconocimiento. Por el otro, están aquellos que desde jóvenes
soñaban con una sociedad verdaderamente justa, y entendieron que la
política podría ser el mejor medio para conseguir acercarse a esa
sociedad con la que soñaban. Y para ilustrar ambos tipos de
políticos no he encontrado mejor ejemplo que el Parlamento
valenciano. Para encabezar el primer grupo he elegido, entre las
múltiples opciones, al presidente del Parlamento, el señor Juan
Cotino (aunque bien pudiera haber elegido a muchos otros de su
partido, además de alguno del principal partido de la oposición).
Liderando al segundo grupo no se me ocurre mejor ejemplo que Mónica
Oltra, diputada de Coalició Compromís, grupo que abarca el
valencianismo progresista, el ecologismo y parte de la izquierda.
El señor Cotino adquirió fama
nacional al tomar posesión de su cargo como presidente del
Parlamento valenciano jurando sobre la Biblia y con un crucifijo de
testigo. Como ya he dicho en otros artículos, nada tengo que objetar
ante las creencias de cada uno, pero me parece que ya va siendo hora
de que se respete el laicismo que declara nuestra Constitución y los
cargos públicos sean ejemplo en este aspecto. Es más, me parece
igual de extravagante tomar posesión del cargo de esta manera que
hacerlo jurando ante una foto de Florentino Pérez, y llevando como
vestimenta una camiseta de Sanchís de cuando el Real Madrid ganó la
“Séptima” (igual de personal es la elección de practicar una
religión como la de ser seguidor de un equipo de fútbol).
En cuanto a su forma de hacer política,
a poco que se siga su trayectoria, se entenderá lo que os comentaba
al principio. Las personas de su estilo son muy fáciles de
reconocer. Intentan imponer su forma de pensar por encima de
cualquier otra; no les gusta que nadie les rebata una idea, y por
ello intentan acallar cualquier voz disidente; cuando tienen el poder
son muy peligrosos, y lo utilizan siempre que pueden en beneficio
propio. Ejemplo sobre esto podemos ver en cada debate en el que
participan, y muchos son los que los han sufrido personalmente, en
particular los que pertenecen al otro grupo de políticos.
Como podemos ver en estos videos, no
sólo los podemos identificar por su falta de diálogo y su rechazo
al debate. También destacan por su escasa educación y su tremenda
prepotencia. Éstos son los mismos que miran por encima del hombro
cuando tienen un buen cargo, escondiendo así su falta de autoestima;
se caracterizan por su cuidado peinado con raya al lado o cortinilla
(depende del volumen de cabello del que dispongan), enyesado con
kilos de gomina; van todos los domingos a misa, cogidos del brazo de
sus esposas, y oran de rodillas para redimirse de sus pecados;
enseñan su llavero con el escudo de España (o la variante con el
aguilucho) en cada ocasión que se les presenta de demostrar su
patriotismo, pero son los primeros en ordenar a sus asesores que
defrauden al fisco todo el dinero posible; no les gusta enfrentarse
con grupos a los que consideran inferiores (mujeres, homosexuales,
personas de distintas razas,....) quizás por miedo a que los dejen a
la altura del betún, como pasa cada vez que la diputa Oltra toma la
palabra; presentan un gran rechazo al cambio, y desprenden un extraño
olor a rancio cada vez que escuchan la palabra progreso; odian los
servicios públicos, porque les igualan con las clases que ellos
consideran bajas, y a igualdad de oportunidades pueden salir
perdiendo.
En definitiva, aún siendo políticos,
no refrendan en ningún aspecto el sentido de la democracia, puesto
que no representan a los ciudadanos que les votaron y evitan en todo
momento el debate que se anteponga a sus ideales, sin tener en cuenta
el bienestar de la sociedad. Este debate en beneficio de la sociedad
y la representación de los votantes, recordemos, son los principales
objetivos de la democracia.
En el lado opuesto encontramos los
verdaderos políticos, los que lo son por vocación. Su ímpetu,
esfuerzo, preparación e inteligencia les hubiera permitido triunfar
en cualquier otra profesión, quizás con sueldos bastante más
suculentos. Pero su voluntad por crear una sociedad más justa les
hizo adentrarse en el mundo de la política, aún jugando en muchos
cosas un papel muy secundario (en cuanto a poder de decisión se
refiere).
Este grupo tampoco es difícil de
reconocer. Se caracterizan por el fuerte arraigo con sus ideales, a
pesar de lo cual nunca evitan el debate con personas con opiniones
contrarias; lo de agachar la cabeza no va con ellos, y no tienen
motivo para hacerlo (es lo bueno de hacer política con dignidad y
honradez); al contrario de lo que les pasa a otros, no necesitan
gritar en sus discursos ni utilizar palabrería inútil y repetitiva,
pues suelen ir tan cargados de razón que son entendibles hasta para
los más cerrados de mollera; suelen aguantar estoicamente los
desaires e insultos que les dedican desde el otro grupo (que se lo
pregunten a Mónica Oltra, que tuvo que aguantar los insultos del que
hoy es presidente del Parlamento valenciano y que no vamos a repetir
aquí por crueles, machistas y estúpidos). Pero ya se sabe, el
insulto es el recurso del que no tiene otro recurso.
Ellos si representan a los votantes que
les otorgaron su confianza, y no lo hacen sólo de palabra. Están al
pie del cañón cuando las casas de un barrio van a ser derribadas
contra la opinión de los vecinos; lo están cuando estudiantes son
apaleados por defender y reclamar los derechos que creen merecer;
también dan la cara para denunciar, mal que le pese a alguno, la
manipulación de la televisión pública pertinente o los casos de
corrupción que salpican al gobierno autónomo; no permiten que les
callen a la hora de decirle cuatro verdades al Presidente de turno,
que cree que ser el más votado le da derecho a hacer y deshacer a su
antojo.
Éstas son, entre muchas otras, las
características que diferencian a una clase de políticos y a otros.
Pero hay algo más que los separan. El primer grupo, que representa
el señor Cotino, tiene mucho más votos que el segundo, que
representa la señora Oltra. Y, por tanto, también tiene mucha más
representación en el Parlamento y mucho más poder de decisión
(sabiendo esto, es menos difícil entender por qué nuestro país se
encuentra en la situación actual). Ellos piensan que tener más
votos les da cierta legitimidad para difundir su palabra como verdad
absoluta, pisando y acallando, como intentan hacer en cada debate,
las opiniones e ideas del resto. No llego a comprender a qué se
debe, pero me aterra el simple hecho de pensar que puede que tengan
mucho más votos porque son un reflejo más fiel de la sociedad que
va a las urnas. Si esto es así, entonces nos enfrentamos a un
problema bastante mayor.
Pero que no se lleven a engaño. Por
muchos votos que tengan, por mucho poder que acumulen y por muy
guapos que salgan en las fotos, nunca dignificarán la democracia
como lo hacen los otros. Por mucho que presida una Cámara
autonómica, Juan Cotino nunca tendrá la decencia política de la
diputada de Compromís, lo cual ésta demuestra día tras día.
Por tanto, sólo me queda dar las
gracias a Mónica Oltra y otros muchos políticos como ella, que
hacen que algunos sigamos creyendo en la democracia como medio
principal para conseguir la utopía, con la que soñamos muchos
jóvenes, de una sociedad justa e igualitaria. Porque, a pesar de lo
que digan muchos, políticos como ella si nos representan.
@Elfara_chico
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