martes, 23 de octubre de 2012

El buen vino

Esta semana podremos disfrutar ya de La nave de los locos, cuyo single Contento ya nos anima los días desde hace tiempo, la primera colaboración oficial de dos grandes de la música española en mucho tiempo. Dos personalidades que escribieron su nombre con letras de oro en la historia. Me refiero a Sabino Méndez y a Loquillo, que con sus Trogloditas marcaron una época. Con su nuevo disco dejan sus diferencias a un lado y vuelven a unirse para darnos un respiro en estos duros días con algo de rock del de siempre. Pero me permitís que, a falta de escuchar el disco nuevo entero, me remonte unos pocos años. Para hoy he decidido hablar de un disco que marcó un antes y un después en la carrera del músico barcelonés. Hablo de Balmoral, un despliegue de rock, poesía y actitud. Como no podía ser de otra forma, puesto que lo firma el gran Loquillo.

Poco imaginaría Jose María Sanz Beltrán que su pasión por el Rock and Roll le convertiría en una estrella. Cuando volvió de la mili se encontró que su amigo Sabino había hecho los deberes y tenía esperándole una banda al completo. De las cenizas de Loquillo y Los Intocables nacerían Loquillo y Los Trogloditas. Con El ritmo del garaje, ¿Dónde estabas tu en el 77? y La mafia del baile les bastó para que la movida madrileña no fuera lo mismo sin ellos. Al alcanzar la cima de su carrera con el directo ¡A por ellos...! que son pocos y cobardes Sabino abandonó el barco, y aunque había sido el compositor de la mayoría de los temas más populares de la banda, Loquillo fue tan buen capitán que lo mantuvo a flote durante otros quince años más. A principios de 2007 dejó de usar el apelativo Trogloditas al irse el último de los miembros originales del grupo, el bajista Josep Simón. 

Aunque separado de sus Trogloditas había hecho realidad varios proyectos, este disco es especial por ser el primero en solitario que fuera Loquillo, sin ninguna coletilla. El disco muestra a un Loco maduro, y lo mejor de todo es que no le importa si cambiamos la palabra por viejo. Es su esencia. Un Loquillo que no pierde la clase por muchos años que pasen. Balmoral era el nombre de una coctelería madrileña en la que se reunían artistas e intelectuales a intercambiar impresiones. El disco abre y cierra con dos canciones homenaje a este local, y en medio nos encontramos espacios para la nostalgia (Memoria de jóvenes airados, Sol, Hotel Palafox), declaraciones de intenciones (Línea clara, Canción del valor, Hermanos de sangre), poesía pura y dura (Cruzando el paraíso) y alguna canción más alegre, de las que siempre le han gustado (Soy una cámara,La belle dame sans merci). Un disco lleno de momentos intensos, pero muy alejados de esa clase de momentos que a mediados de los ochenta nos ofreció.

Gracias a este hombre se nos ha ido el miedo a hacernos viejos. Un buen vino mejora con los años, y así le pasa a Loquillo. Sin miedos, sin agarrarse a una falsa eterna juventud. Aquí un ejemplo de como hacer música durante más de treinta años y no caer en el encasillamiento.  Cumplamos años, que si lo hacemos como el loco nos lo vamos a pasar de puta madre. Todos a escuchar Balmoral, y veamos lo que nos deparan las próximas décadas.

Este artículo va para Sandra, que entre tabernas irlandesas me robó el corazón con el lema "Loquillo es Dios".

Marcos






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