lunes, 29 de octubre de 2012

Afinador importante, porque si no memorrías no bien

Por primera vez en este blog voy a repetir protagonista, pero esta vez tengo la suerte de estar aquí para hacer una crónica de uno de sus conciertos, no hablar de uno de sus discos. Una suerte tremenda que un grupo de este calibre y nacionalidad se acerque por nuestra querida ciudad de Murcia, aunque al que me refiero sea bastante asiduo. Les debe gustar el público murciano. Desde luego que de si un examen se tratara los que estábamos allí nos merecimos un sobresaliente.

Matthew Caws
A las doce en punto Nada Sur saltaron al escenario de la sala Stereo de Murcia. Presentaban su séptimo disco de estudio The stars are indiferent to astronomy. Una sensación especial el ver a un grupo en una sala, no en un gran escenario. La proximidad genera una complicidad publico/artista que no se encuentra en grandes recintos, y eso se nota. El trío de Nueva York se ganó al respetable con buenas canciones y buena actitud, nada de aspavientos. El cantante y guitarrista Matthew Caws, el bajista Daniel Lorca, el batería Ira Elliot y un guitarrista que después de decir su nombre tres veces aun no lo entendí, hicieron de anfitriones en una fiesta de rock directo, a veces melancólico, pero siempre de buena calidad.

Daniel Lorca y sus eternas rastas
El espectáculo empezó igual que empieza su último disco, con Clear eye couded mind, y le siguió otra del mismo álbum, Waiting for something. A partir de aquí se entremezclaron los más clásicos de la banda con los temas nuevos. Let's do it again,Weightles, Whose autority o High speed soul quedaron la mar de bien entre las canciones que presentaban, como Jules and Jim o When i was young. Entre los balbuceos en español de Caws nos llevamos una sorpresa con la colaboración de Jesús de Noise Box en Fruit fly, e impagable la histeria colectiva con Beautiful beat y con la romántica, que endurecieron para el directo, Inside of love. Nos quisieron hacer creer  que acababan con See this bones, pero nos regalaron Always love y Blanckest years, para terminar. El concierto acabó con muchísima intensidad, y su corta duración, poco más de hora y media, nos dejó con ganas de mucho más.

Ira Elliot
Aunque el grupo goce de una extensa fama y una legión grande y leal de seguidores, su insistencia en no abandonar la escena independiente hace que nunca vendan millones de copias y probablemente nunca se harán ricos. Benditos ellos, que nos hacen creer que puede haber música pura aún. Un concierto para disfrutar del rock en su esencia, de guitarras ruidosas, melodías cuasi-perfectas y un batería de los que marcan época. Y allí estaba yo. Mucho rock en la  mejor compañía. Así se repita pronto.



Marcos




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