lunes, 23 de enero de 2012

No todo es alegría


En 1996, Weezer dejaban de lado el sonido popero que les había llevado a la cima y se ponían a rabiar. Esto dio lugar a uno de los discos de culto de los 90. Así nació Pinkerton, un disco que desde la primera escucha tiene el sabor de un clásico.

Formados en Los Angeles en 1992 y capitaneados por el excéntrico Rivers Cuomo, Weezer encontraron la fama con su disco debut The Blue Album. Tuvieron el mundo a sus pies gracias a singles como Buddy Holly y Undone–The Swaeter Song. Tras las consecuentes giras y el merecido descanso, en 1994 empezaron a gestar un nuevo disco a partir de las cenizas de una ópera rock que Cuomo intentó escribir (Songs from the black hole) y el resultado fue un álbum oscuro, con guitarras ruidosas y gritos, mucho más cerca del grunge que de los grupos melódicos que empezaban a surgir. Las canciones hablan de traumas sexuales,  de fracaso y de frustración, y en lugar de las alegres melodías de su predecesor prima la crudeza y la distorsión. Weezer parecían un grupo muy distinto al de cuatro años atrás.


Me fascina la historia de este disco.  A pesar de las buenas ventas iniciales que hicieron que llegara a las posiciones altas del Billboard americano, se le consideró un fracaso comercial y de crítica, tanto que la revista Rolling Stone lo clasificó como “uno de los peores discos de 1996”. Esto hizo que apenas fuera radiado y que la discografía no se molestara en su promoción. Hubo quien hablaba del grupo como un “one hit wonder”, término que se le aplica a las bandas que tras un gran éxito desaparecen. Como consecuencia, el grupo acabó separándose  y todo el mundo les diera por acabados. En 1998, a través de internet, los fans del grupo clamaban por su vuelta y alababan el disco, que se había convertido ya en disco de culto.

Y es que no tiene desperdicio.  Ya te engancha desde el minuto uno gracias al atronador riff de bajo de Tired Of Sex, las guitarras chirriantes de Getchoo o la pegadiza The Good Life. El single Pink Triangle es uno de los mejores del grupo, que combina una deliciosa melodía con fuertes guitarras, cosa que se convertirá en el sello personal de la banda. Cierra la bonita Butterfly, una balada acústica, la única parte del disco que nos recuerda que un día fueron unos chicos dulces.

Tras la vuelta del grupo en 1999, han lanzado multitud de discos,  convirtiéndose en una banda muy prolífica, muchos de ellos grandes discos. The Green Album, Maladroit o el magnífico Make Believe son unos claros ejemplos. Pero nunca han llegado a superar la grandiosidad de Pinkerton, donde todo lo bueno del grupo se une en un cóctel explosivo magistralmente mezclado. Entiendo si alguien prefiere The Blue Album, del que por supuesto soy gran fan, pero personalmente me quedo con Pinkerton. 34 minutos que te sacuden por dentro y de los que ya nunca puedes olvidarte.

Marcos

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