viernes, 20 de abril de 2012

El que no entienda, que se calle


Poco han tardado en subirse otra vez al altar a lanzar las mismas proclamas que hace 60 años. En realidad, nunca dejaron de hacerlo, pues ni siquiera los gobiernos de izquierda tuvieron lo que hay que tener para callarles la boca y dejarles claro cuál es su lugar, pero me da la sensación que ahora se sienten más impunes que nunca. Por ello, tenemos que soportar ver por la cadena pública (esa misma que, perteneciendo a un país laico, tendría que televisar actos de todas las religiones que se profesen en el país o, mejor aún, de ninguna) como el obispo de Alcalá se suelta la melena y declara lo que podéis escuchar a continuación.  



Efectivamente, dice el señor obispo que “los homosexuales, para comprobar su condición, se corrompen o se prostituyen, o van a clubes de hombres nocturnos. Encontrarán el infierno”. Los gays y lesbianas que conozco, señor obispo, no se han corrompido ni han acudido a clubes nocturnos para comprobar su condición. Y, por supuesto, no se han prostituido. Seguramente sí encuentren el infierno, pues mejor estarán allí que en el cielo que usted predica. Para comprobar su condición no les hizo falta más que enamorarse o sentirse atraídos por alguien de su mismo sexo. Lo que me resulta más curioso es saber de dónde saca usted tanta información acerca de la vida privada de los gays, pues parece que conoce bien de lo que habla. Pero, lógicamente, no le juzgaré por eso, que los obispos también se merecen una noche loca de cuando en cuando.

En cambio, he de juzgarle por lo que significan sus palabras. Desgraciadamente, aún muchas personas les toman a ustedes los dirigentes católicos como referente morales, y con esos valores católicos educan a sus hijos. Por tanto, lo que provocarán sus palabras será que muchos de los fieles que acuden a escucharle piensen (o sigan pensando) que los homosexuales son seres indeseables, con una categoría moral inferior, pobres enfermos que necesitan ayuda para poder curarse, u cualquier otro exabrupto de los que suelen lanzar desde los altares. Y esos hijos que escuchen a sus padres descalificar a los homosexuales irán al colegio, e insultarán a su vez al compañero gay o la compañera lesbiana.

Pero este no es el mayor problema con el que nos podemos encontrar. En España, aún estando muy alejados de la igualdad total entre heterosexuales y homosexuales, la situación es mucho mejor que en otros países. Sin ir más lejos, el mes pasado en Chile, unos neonazis torturaron y asesinaron a un joven de 24 años por el simple hecho de ser gay. Así de duro. Hablamos de Chile, uno de los países más avanzados de Sudamérica, no estamos hablando de ningún país islámico donde la homosexualidad sigue estando condenada con la pena de muerte. Y no hablamos de cuatro locos que matan al primero que pasa, hablamos de cuatro hijos de puta que matan a un chico porque creen que es un pervertido, un indecente. Sin ninguna intención de relacionar los actos, declaraciones como la del obispo no hacen más que contribuir a que parte de la población tenga esa clase de pensamientos homófobos.

Sin embargo, no quiero centrarme hoy en hechos puntuales tan desagradables, sino denunciar desde aquí la falta de normalidad que aún en pleno año 2012 siguen teniendo que sufrir los colectivos de gays, lesbianas y transexuales. A pesar de que, como decía antes, la situación legal que se encuentran en España es prácticamente equiparable a la de los heterosexuales, no es esto lo común en todos los países desarrollados, ni tampoco esta igualdad legal se refleja en la sociedad española.

Podemos ver el grado de igualdad legal entre homosexuales y heterosexuales contemplando este par de gráficos.


En el mapa de arriba, los países coloreados en azul oscuro representan aquellos donde esta aprobado el matrimonio homosexual; en azul claro, aquellos donde existen las uniones civiles entres parejas del mismo sexo (no matrimonio); y en gris, los países donde no se permiten las uniones legales de este tipo. En rojo y naranja encontramos los países donde la homosexualidad está penada, pero no perderemos el tiempo ni en analizarlo.

Me resulta totalmente decepcionante que sólo esté aprobado el matrimonio de parejas del mismo sexo en España, Portugal, Países Bajos, Islandia, Suecia, Noruega, Canadá, Argentina y Sudáfrica. Otros países que fueron pioneros en la consecución de libertados sociales como Reino Unido, Francia o Alemania únicamente contemplan las uniones civiles (parejas de hecho). Pero más indignante aún es que países como Italia, Estados Unidos (casi todos sus estados), Grecia o la mayoría de países del Este, no permitan ningún tipo de unión entre personas del mismo sexo. Simplemente lamentable.

Vamos un paso más allá contemplando el siguiente gráfico, donde en color morado aparecen los países en los que la adopción de niños por parte de parejas homosexuales está aprobada, y en verde los países en los que uno de los miembros de la pareja puede adoptar al hijo del otro miembro. En el resto de países no hay ninguna posibilidad de adopción conjunta.



La imagen lo dice todo, en poco más de una decena de países de todo el mundo existe alguna posibilidad de adopción por parte de parejas homosexuales. Vemos que en Europa sólo se contempla esta alternativa en España, Países Bajos, Reino Unido y península escandinava. Una vergüenza de tamaño sideral, aunque por una vez los españoles podemos orgullecernos de estar en el lado de las libertades (no hace falta recordar quién aprobó estas leyes sobre matrimonio y adopción, y quiénes tiene puesto un recurso en su contra en el Tribunal Constitucional).

Los discursos en contra de la adopción giran desde el incoherente e incierto “hacen falta las figuras paterna y materna, ambas imprescindibles” hasta el patético, insultante e irrisorio “si los padres son maricones, el hijo saldrá también maricón”. Aunque no sería necesario, pues el sentido común habla por sí mismo, en escasas ocasiones existe un consenso tan amplio en cualquier tema de las ciencias sociales: todos los estudios independientes realizados durante 25 años avalan la conveniencia de la adopción por parte de parejas homosexuales.

Y si en el ámbito legal los obstáculos son patentes, en el social más aún. Según distintas encuestas, sólo en Países Bajos y en Suecia más de la mitad de la población está a favor de este tipo de adopción. En España o Alemania, sólo 4 de cada 10 habitantes lo aprueban. En Francia o Reino Unido no llegan a un tercio, y en Italia ni una cuarta parte.

Estos datos muestran gráficamente que vivimos todavía en una sociedad conservadora, temerosa a la evolución, intransigente ante lo que no entiende. Vivimos en una sociedad en la que palabras despreciables como las del obispo de Alcalá no sólo son totalmente impunes, sino que se retransmiten en la televisión pública. Una sociedad donde los que no tienen el valor suficiente para “salir del armario” son los primero en utilizar la palabra maricón en tono despectivo; donde ningún futbolista ha sido capaz de decir soy gay, y habrá habido mas de uno. Donde se permite que un periodista (de Intereconomía, por cierto) pida que se retire de la Sanidad Pública las operaciones de cambio de sexo “porque los españoles no tenemos que pagar las perversiones de nadie”.

Y, como he dicho antes, en este tema parece que los españoles damos algún síntoma de madurez. En otros países desarrollados, la situación es mucho peor, y los colectivos de gays, lesbianas y transexuales sufren discriminación, rechazo o agresiones de cualquier tipo. Muy mal tienen que estar las cosas para que en pleno siglo XXI se juzgue aún en la sociedad occidental a las personas por su orientación sexual.
Por eso me resulta despreciable cuando escucho a alguien hablar desde la ignorancia, con desprecio, de forma insultante o intentando hacer motivo de mofa acerca de este tema. Ante estas situaciones, la única respuesta puede ser callarles la boca, lo mismo que alguien debería haber hecho con el señor obispo.

@Elfara_chico

1 comentario:

  1. Judgar a una persona por su orientacion sexual deberia ser tan reprobable y perseguido como por su color de piel. Desgraciadamente en el siglo 21 aun no es asi. Y mensajes tan alentadores de violencia y odio, como el de este representante de la iglesia, quedan impunes. ¡Vergonzoso!

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