El título del artículo viene en
relación a mi opinión previa sobre este político. Por un lado, su
pasado como ministro franquista y muchas de sus decisiones y
declaraciones (no analizaré aquí sus ideales) hacen que aparezcan
grandes nubarrones sobre su figura. Por otro lado, su influencia
durante la Transición, añadido a los halagos recibidos por
políticos y periodistas progresistas, me han dado otra visión
acerca de este personaje.
Si hablamos de los puntos más oscuros
dentro de su biografía, no tenemos más remedio que hacer referencia
a su pasado como ministro durante la dictadura franquista. Bien es
cierto que fueron muchos los que trabajaron para la Administración
durante la dictadura, aun sin tener ninguna relación con la
instauración de la misma. Pero el hecho de ocupar un puesto tan
significativo hace que muchos lo sitúen como cómplice de una
dictadura donde se condenaban e, incluso, mataban personas por
ideología, condición sexual,... Años y años de carencia de
libertad para los españoles. Etapa histórica que el personaje que
nos ocupa se ha negado a condenar. Muy al contrario, siempre ha
defendido el papel que jugó durante aquellos años.
Como ya he dicho, no voy a hablar aquí
de su pensamiento político y social. Yo no los comparto, pero la
libertad que hoy tenemos y que no defendió durante sus años como
ministro franquista le dan la oportunidad de expresarlos sin que yo
deba criticarlo por ello. Por tanto, no puedo añadir estos
pensamientos retrógrados y conservadores a su lista de sombras.
Para empezar a defender su figura,
muchos se remontan a los años que ejerció como ministro. Le
agradecen su afán por intentar flexibilizar el régimen, destacando
la ley de prensa que aprobó bajo su cargo. Con esta ley, se relajaba
la censura previa sobre publicaciones periodísticas, aunque de hecho
no sirvió para mucho. Yo pongo muy en duda que se tenga que alabar
los intentos de un político por relajar la censura, en lugar de intentar eliminarla por completo. Bien es cierto que este afán
reformista se confirma en 1969, cuando las presiones del ala más
conservadora de la dictadura provocan su cese como ministro.
Más clara queda, en mi opinión, la
labor que ejerció durante los años posteriores a la muerte de
Franco. Consiguió canalizar la opinión de muchos de los que aún
lloraban la muerte del dictador, y les hizo partícipes de las reglas
de la democracia. Fundó un partido en el que sólo tenían
cabida los que aceptaran estas reglas (esto aún es debatible, pero
garbanzos podridos hay en todos lados) y alejó a la extrema derecha
del Parlamento. Un ejemplo significativo que muestra esta tendencia
es el hecho de que presentara al líder comunista, Santiago Carrillo,
en el club Siglo XXI, con todo lo que eso suponía en octubre de
1977. Que este giro lo hiciera por convicción personal o por
oportunismo político (podía ver que la única manera de sobrevivir
políticamente era adaptándose más rápido a la nueva sociedad que
el resto de líderes conservadores) poco importa ya. Está claro que
fue un paso fundamental en la Transición.
Entre ambas etapas de la vida del
fundador de Alianza Popular, hay un suceso que me ha hecho
posicionarme definitivamente a la hora de analizar su figura.
Situémonos en marzo de 1976. En España
todo sucedía a una velocidad vertiginosa, y no valían posiciones
intermedias. O se defendía la democracia y la libertad con todas las
fuerzas, o se añoraban tiempos pasados. En esta época Manuel Fraga
ocupaba el cargo de vicepresidente del Gobierno y ministro de
Gobernación (actual ministro de Interior). En Vitoria, miles de
trabajadores se manifestaban y hacían huelga reclamando derechos
laborales. El día 3, mientras estaban reunidos en una iglesia para
realizar una asamblea sindical (los sindicatos aún estaban
prohibidos entonces), la policía actuó muy duramente para
reprimirlos. Tal fue la brutalidad empleada que el resultado de la
misma fue de cinco manifestantes fallecidos y decenas de heridos. La
transcripción de parte de la conversación de aquel día entre
mandos policiales da muestra de sus intenciones:
“- ¡Muchas gracias, eh! ¡Buen
servicio! - Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más
grande de la historia. - Aquí ha habido una masacre. Cambio. - De
acuerdo, de acuerdo. - Pero de verdad una masacre.”
Y el máximo responsable de esos mandos
policiales no era otro que el ministro de Gobernación, Manuel Fraga.
No sólo no lamentó lo sucedido, sino que le sirvió como
advertencia para futuras manifestaciones. En esos días en que todo
cambiaba de manera imparable él pensó que el dictador seguía vivo
y pronunció la famosa frase “la calle es mía”. Pero se
equivocaba, la calle era de los millones de españoles que habían
vivido con miedo tantos años, y que no estaban dispuestos a seguir
haciéndolo. Para mí, poco importa su labor durante los años
posteriores, pues ni siquiera pidió perdón por lo sucedido. Pudo
ser reconocido como impulsor de la democracia, pero será recordado
como el ministro franquista y autoritario que creyó que la calle
seguía teniendo dueño.
@Elfara_chico.
ese es mi pija!
ResponderEliminarexcelente
ResponderEliminar