Como dice José Merce “a mí me gustan los santos que tengan
puente”, así que como el viernes pasado las obligaciones laborales recién
contraídas me impidieron disfrutar del bienaventurado puente de todos lo
santos, decidí tomarme la justicia por mi cuenta y no escribí el artículo
semanal. Tras esta curiosa forma de disculparme por ello, para esta semana os
voy a dejar la primera parte de un artículo que continuará el viernes que
viene, y que trata de explicar como hemos llegado al punto de dominio absoluto
de las cúpulas de poder por parte de los bancos. Hasta tal punto, que el simple
hecho de plantearnos que alguno de ellos quiebre, crea un pánico
desproporcionado.
Y para empezar, creo que es necesario retroceder bastante en
el tiempo, a la época en la que el sistema de intercambio era el truque, que no
requiere de mucha explicación. ¿Por qué se abandonó este sistema? En primer
lugar, a la espera de smartphones, Internet y redes sociales varias; resultaba
muy complicado encontrar a alguien que ofreciera lo que uno buscaba, y que al
mismo tiempo quisiera lo que éste ofrecía (estamos comprobando como, con la
facilidad que otorgan los nuevos medios de comunicación, la vuelta al
semi-trueque no es nada ficticio para algunos ciudadanos). Por otro lado, era
muy subjetivo establecer el valor de cada uno de los productos (¿un saco de
harina a cambio de una gallina o de dos?). Por tanto, se buscó algún bien que
establecer como medida de referencia en los intercambios, usando para ello el
grano, el ganado,... Pero surgieron otro dos problemas, el bien elegido debía
poder ser divisible y fácil de transportar. Es aquí cuando se empieza a
utilizar como método de cambio los metales.
Avanzamos un poco en el tiempo, y llegamos a la época en la
que se comienza a guardar los metales (ahorros) en un lugar seguro, en este
caso los locales de los orfebres. Éstos daban un recibo (dinero) con la cantidad de lingotes
depositados por cada persona, que a su vez usaba estos recibos como medio de
pago. Claro, mientras pudieran hacer frente a los pagos con los recibos que les
daban, nadie iba a pedirle al orfebre que le devolviera todo lo depositado. Así
que estos pensaron, ¿ por qué no prestar medios de pago (créditos) a las
personas que no tuvieran reservas a cambio de una importante comisión (intereses)?
Es aquí donde surgen la figura del banco (ladrones), casi como hoy la
conocemos.
Dejando atrás el trueque, y pasando de largo por la
conversión de los primeros orfebres (cuya misión era mantener a salvo los
metales de los depositantes) en banqueros propiamente dichos, nos situamos
ahora en el siglo XIX. Punto importante, pues es aquí donde se empieza a
establecer la equivalencia fija entre los billetes y monedas emitidos y el oro.
Los billetes no eran más que un “recibo” que establecía que su propietario
tenía determinada cantidad de oro, por lo que los bancos debían controlar
minuciosamente que el dinero emitido concordase con las reservas de oro. Este
sistema funcionaría bien mientras no hubiera necesidad de emitir una gran
cantidad de dinero en un corto período de tiempo. Y esta necesidad llegó con
las Guerras Mundiales.
Y tras las II Guerra Mundial, los gobiernos decidieron que
era momento de cambiar de sistema, empujados por Estados Unidos. Se abolió el
patrón oro y el dinero dejó de estar vinculado directamente al preciado metal,
sino que se vinculaba a una moneda convertible en oro, en este caso el dólar,
lo cual provocó que Estados Unidos tuviera total libertad para emitir dinero
con el fin de financiar sus necesidades, repartiendo su moneda por todo el
sistema financiero internacional y bancos centrales. Esto benefició sobremanera
a los americanos y a países exportadores, pero condujo a una desigualdad cada
vez mayor con los países más pobres.
Este nuevo sistema de convertibilidad respecto al dólar
funcionó hasta que Estados Unidos se vio incapacitado para mantener la
equivalencia, acuciado por la gran cantidad de emisión de dinero que le supuso
la Guerra Fría y la Guerra del Vietnam. Es así como en 1971 el presidente Nixon
da por abolido el sistema. Y tras este inmenso rollo histórico, es en esta
fecha cuando da comienzo la era del papel moneda, dinero fiduciario y tipos de
cambio flotantes que dieron lugar a la especulación imparable y la
concentración de riqueza que nos han traído hasta las circunstancias actuales.
¿ Y en qué consiste ese sistema injusto que nos rige? Pues
bien, principalmente en otorgar a los bancos comerciales capacidad para tener
“cogidos por los huevos” a toda la sociedad. En concreto, sin entrar en materia
financiera específica, las entidades tienen potestad ahora para
crear dinero de la nada, sin necesidad de tener ningún bien detrás que avale
estas operaciones. Del dinero que los clientes depositan en sus oficinas se les
permite prestar de distintas maneras prácticamente todo. Sólo están obligados a
“guardar” como coeficiente de caja, por regla general, un 2% del dinero que
depositan en el banco sus clientes. Es decir, de nuestras cuentas corrientes,
plazos fijos,…, el banco de turno sólo esta obligado a tener guardado un 2%.
¿Qué supone esto? Dos cosas principalmente: la primera, que los bancos
comerciales pueden crear dinero en cualquier momento (de hecho son los
principales emisores de dinero); la segunda, que lo hacen de manera ficticia,
pues este dinero provienes de la nada.
Lo explico en un ejemplo muy sencillo, reduciendo al
absurdo: imaginen una situación inicial en la que un abogado, supongamos, acude
al banco a ingresar 1.000€. Cuando quiera, el podrá regresar al banco o ir a un
cajero y disponer de ese dinero. Al mismo tiempo, un cliente que debe 500 euros
al abogado acude al banco a pedir un crédito por esa cantidad. Como el banco
sólo está obligado a guardar un 2% de los depósitos, es decir, 20€ de los
1.000€ que ingresó el abogado, le puede prestar hasta 980€ al cliente. El banco
le presta esos 500€, el cliente se los paga al abogado, y éste los ingresa a su
vez en la entidad, teniendo ahora 1.500€ en su cuenta corriente. ¿Hay 1.500€ en
el banco? Lógicamente no. De hecho, si el abogado quisiera disponer de toda esa
cantidad al instante no podría, pues en la caja fuerte de la sucursal sólo
estarían los 1.000€ que ingresó. Así que se pillaría un cabreo de tres pares de
narices.
Esto, a escala universal, es lo que pasa en el sistema
financiero actual. El dinero que hay en circulación poco o nada tiene que ver
con los bienes reales que están en la economía. Lo lógico sería que el dinero
en circulación tuviera una enorme relación con los bienes reales pero, ¿quién
va a impedir a los bancos comerciales crear y crear dinero cuando, cuanto más
lo hagan, más beneficios obtienen? Y no sólo eso, hay otra forma que tienen los
bancos de crear dinero de manera totalmente ficticia: los intereses. Tiene
sentido que, si yo le dejo dinero a alguien, le cobre un interés por la
molestia que me supone no poder disponer de ese dinero. Pero, como hemos visto
anteriormente, las entidades financieras crea el dinero de la nada y, por lo
tanto, no renuncian a nada para poder conceder préstamos y créditos de cualquier tipo.
Siento el tostón, pero es necesario conocer la historio de lo que hoy conocemos como dinero y sistema financiero para poder comprender las nefastas consecuencias que ha tenido para la sociedad. Mas esta es otra historia que compartiremos la semana que viene.
@Elfara_chico
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